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Su cabello negro estaba sin arreglar, se peinó con cuidado, recogiéndolo en la nuca. Por encima, se puso un sombrero, que sujetó al cuello con una cinta de seda para que el viento no se lo llevase cuando estuviera en el lugar al aire libre al que la llevaban.
Lentamente, se inclinó para coger un par de guantes negros de cuero. A continuación, con indiferencia, se dirigió a los recién llegados y dijo en voz baja:
—Estoy lista.
Mata Hari
RECIÉN LLEGADOS
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